La Real Academia Española RAElo ha intentado con algunas definiciones, que ponen de manifiesto los aciertos y distorsiones sociales que tenemos a nivel social para comprender de manera sana este sentimiento. Abraham Maslow propuso en su teoría sobre la motivación humana en la que formula una jerarquía de necesidades que el ser humano necesita alcanzar para lograr su bienestar. Si vemos el amor desde esta perspectiva, lo podemos vivenciar desde la dependencia emocional hacia el otro, es decir, necesitar a otra persona para lograr nuestro bienestar. Se puede ser totalmente feliz sin tener pareja. Este discurso que, a priori, parece muy bonito y entrañable, puede resultar patológico a largo plazo, ya que podemos tender a atribuir nuestro bienestar o malestar a nuestra pareja y percibirnos a nosotros mismos a la deriva, presos de lo que un tercero diga o haga. Por otro lado, también podemos vernos como los abanderados o protectores de nuestra pareja. Esto es imposible porque los primeros momentos de una relación sentimental suelen ir motivados por sensaciones y emociones muy intensas y agradables. De hecho, el amor en sus primeros momentos genera cambios fisiológicos en nuestro organismo que afectan directamente a los centros del placer de nuestro cerebro.
Todas las secciones
Porque finalizó la relación, porque la suerte no acompaña en los escarceos digitales, porque no te sientes a delight, porque el estrés te supera, porque hay niños en casa, por la edad o por otros motivos, se ha instalado un paréntesis de inactividad. Caricias, abrazos y el orgasmo riegan el cerebro de oxitocina, dopamina y serotonina, sustancias que desencadenan las sensaciones de bienestar, autoestima, placer, calma y amor. Nos hace sentirnos bien, y una buena salud psicológica nos permite tomar buenas decisiones y vivir mejor. Y aunque el cuerpo es sabio y se adapta a las antecedentes, varios estudios señalan que se producen cambios con la ausencia de amor. Por ello, se ha demostrado que sube el nivel de estrés. Esta tensión se traduce en un acrecentamiento de la presión sanguínea y del cortisol, hormona que se libera como consecuencia del agobio y la agonía. Estos anticuerpos presentes en el plasma de la sangre defienden el anatomía de virus, bacterias y hongos. Científicos de la Universidad de Maryland observaron que la actividad sexual en ratones mejora la producción de nuevas neuronas en el hipocampo.