Titulo: El discreto encanto de narrar Autor: Maritza M. Buendía y Glafira Rocha antologadoras Editorial: Textofilia Lugar y Año: México, «Se pueden publicar malas las novelas, pero el cuento es el cuento», escribe Mónica Lavín en el prólogo a El discreto encanto de narrar. Coincido totalmente. Concuerdo también aquí y retomo las palabras de la poeta Sara Uribe: «Canónicamente los escritores varones llegan a la literatura por derecho propio, las mujeres tenemos que pagar derecho de piso, ganarnos un lugar, validarnos. A la literatura hecha por mujeres en México le ha costado siglos, sí, siglos, conseguir los mínimos avances en equidad de los que disfrutamos en el presente las escritoras». El discreto encanto de narrar abre con dos textos de Liliana Blum, de los cuales destaco «Campo de fresas», un cuento narrado en primera persona por una joven que reacciona así ante la muerte de su padre: «Al menos me gusta imaginar que en el preciso momento en que su corazón dejó de latir, yo levantaba la mierda gatuna sin dedicarle siquiera un pensamiento». Blum construye una voz narrativa desfachatada y encantadora que no admite las condolencias de nadie, ni siquiera de los lectores.
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